A fines de enero de este año, un grupo de escritores francófonos publicó 25 histoires, 25 auteurs en 140 ca., un pequeño libro descrito por algunos como "la primera tuitnovela de la historia". El proyecto corrió a cargo del periodista canadiense Fabien Deglise, quien se dio a la tarea de convocar a escritores de Quebec, Francia y Marruecos, para crear un minivolumen de 30 páginas, gratuito, que se puede descargar en iTunes. Sin embargo, esta "tuitnovela" no es la primera en su tipo. En japonés, en inglés y en español, libros y experimentos basados en tuits llevan años circulando por la red.
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25 histoires, 25 auteurs en 140 ca. es una colección de 25 microrrelatos (es decir que no se trata en realidad de una novela), cada uno de ellos con extensión de 140 caracteres, incluyendo espacios. El libro se compone por textos mínimos que apelan a la síntesis: prosa en miniatura, porque la prosa no necesita ser extensa para retratar visiones individuales de la realidad.
Cuenta el prefacio de la obra, en un tono que se antoja asombrado, que algunos de los autores participantes, como Kim Thúy o Michel Tremblay, fueron tan veloces que lograron escribir su relato "en menos de 24 horas". La restricción con respecto a los caracteres les representó un verdadero obstáculo a sortear: probablemente no tengan la costumbre de practicar en una cuenta personal de Twitter.
Con todo y las dificultades, hubo autores que hasta se dieron el lujo de intitular sus cuentos. La obra de Bernard Pivot, por ejemplo, se llama "Fatal desprecio" y dice más o menos así: "Él la creía rica, dulce y cultivada. Desde la noche de bodas él se sabía un hombre pobre, bruto y limitado." Y Monique Proulx escribe "Lila y Tom, por ejemplo", un cuento que empieza y termina de este modo: "Ella no lo era en el fondo. A él le molestaba serlo. Juntos, no lo fueron para nada. Felices."
Fabien Deglise, colaborador de Le Devoir y titular del proyecto, define la propuesta como "una de las obras más pequeñas del mundo" y agrega que Twitter "cultiva la dictadura del instante, impone la concisión e influye nuestras manera de nombrar el presente, para lo bueno y para lo malo". El propósito del libro, igual que el de muchos otros interesados en literatura y redes sociales, es aprovechar el formato de esta plataforma para practicar la escritura, lo cual resulta interesante, pero no precisamente novedoso.
Tuitnovelas, cuentuitos, poetuits
Aunque 25 histoires, 25 auteurs en 140 ca. ha recibido comentarios sorprendidos por "la novedad de la propuesta", no estamos ante un proyecto pionero. Desde hace tiempo muchos comparten sus tuits narrativos bajo el hashtag #cuentuitos, algunos con más oficio literario que otros, y sobran los tuiteros que emplean la plataforma para crear microrrelatos... desde que Twitter existe. Se habla de poetuits y de tuiteratura, aunque el hashtag #poetuit se usa más bien para burlarse de los poetuiteros y sus "recursos literarios" de tiempo completo.
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Por otra parte, desde 2008 se escriben en Japón tuithistorias, conocidas en ese país como keitai shousetus. En ese mismo año, Penguin Books puso en marcha un experimento llamado We Tell Stories (Nosotros contamos historias), en el cual seis autores publicaron seis libros a través de diferentes plataformas: entre ellos se encontraba Slice, una "novela" compuesta por tuits.
Más interesante todavía, la misma editorial publicó un libro llamado Twitterature: The World's Greatest Books in Twenty Tweets or Less, impreso en papel, que contiene versiones tuiteadas de grandes clásicos de la literatura. Y en Estados Unidos, el año pasado, una historia de la ganadora del Pulitzer, Jennifer Egan, fue publicada en Twitter, por entregas, aunque origialmente había aparecido en The New Yorker.
Tuiteratura en español
En 2009, tuiteros mexicanos colaboraron en la escritura de El espejo, una "novela" (ustedes disculparán mi insistencia en las comillas) compuesta por 10 capítulos que eran en realidad 10 tuits: la iniciativa fue promovida por José Cohen (@JCohen77). "Lista para partir. Lo último que recordaba eran aquellas manos abrazando su cintura. Luego, el disparo. Todo se borró", decía el tuit que encabezaba el libro, en un esfuerzo fallido por invitarnos a seguir leyendo.
Luego, en 2011, Mauricio Montiel Figueiras estuvo difundiendo El hombre del tweed, una "noveleta de folletuit por entregas", dividida en 25 capítulos, con 70 páginas, cuya intención era, según el autor, retomar la novela de folletín del siglo XIX que hacía Balzac:
Quería recuperar esa pulsión escritural que exigían los diarios para estar dando todos los días un nuevo capítulo a los lectores y tenerlos en vilo; hacer una escritura en vivo.
Por su parte, el sitio Cuentos y más planteó una dinámica en que los participantes debían realizar en Twitter una versión libre de Caperucita Roja. Los periodistas Juan José Panno y Mónica Pano, organizadores del concurso, recibieron 650 tuits en total, algunos de ellos muy simpáticos:
La gula: En el bosque se está mejor, piensa la niña. Saca el pan, la mermelada, el mate y ¡que la abuela se joda! (Gabriela Baby)
En la soledad del geriátrico, la abuelita lamenta no haber sido comida por el Lobo. (Adriana Sofía Baldessari)
Diván: ¿Podrá curarme, doctor? Yo sólo quería comerla. ¡Y empezó a criticarme la nariz, las orejas, la boca! ¿Qué soy, doctor? ¿Un monstruo? (Rubén Faustino Cabrera)
La tuiteratura en español, además de suceder, lleva unos cuantos años sobre la mesa de discusión. En México, el Instituto Nacional de Bellas Artes organizó en 2011 un ciclo de conversaciones en torno a Twitter, llamado "140 caracteres" (#140cc), en donde se hablaba de géneros mínimos, de relaciones entre Twitter y el mundo editorial y, sobre todo, de poesía y narrativa en Twitter.
Entonces... ¿verdad que 25 histoires, 25 auteurs en 140 ca., la "primera tuitnovela", es una propuesta llamativa sin ser novedosa? Pienso en el Twitter Fiction Festival, que finalmente existe porque tuiteros y escritores se han interesado desde el principio en explotar las posibilidades del microblogging. Los tuits interesantes o creativos no se deben a Twitter, sino a la existencia de las palabras y el lenguaje, y cualquier plataforma que se valga de unas y otro puede servir para crear textos inteligentes, independientemente de su extensión.
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